Mi amiga Bea decoraba los sobres con logos de bandas de rock dibujados a mano.
Mi amiga Lucía doblaba las hojas de una forma muy particular, con una esquina hacia dentro.
Recuerdo sus direcciones porque las escribí a mano cientos de veces.
Igual las señoras y señores del gobierno sueco también se carteaban con sus amigos cuando eran niños, y por eso han sido los primeros en limitar la digitalización de la escuela.
Resulta que el papel es un soporte irremplazable para el aprendizaje.
Irremplazable.
La información en pantalla se desliza sobre nuestros ojos y pasa de largo.
Nada nos cala.
Nada.
Por eso yo escribo cartas.
Cartas con su sobre, su matasellos, su tinta, su papel. En cada carta propongo un juego de escritura.
Si juegas una vez, tendrás más o menos una hora de escritura.
Y lo mismo cada vez que vuelvas a jugar, siempre con resultados distintos.
Cada carta contiene, por tanto, entre una e infinitas horas de escritura.
Envío dos cartas al mes a cada persona que se une a Querida Inspiración.
Quienes las reciben, si aplican lo que digo, mejoran su escritura cada vez un poco más, porque detrás de cada propuesta hay siempre algo de técnica.
Aunque la escritura no es lo único que mejora, claro.
La gente suele ser más feliz cuando dedica algo de tiempo a hacer lo que quiere y no solo lo que debe.
También empiezan a mirar el buzón con otros ojos.
Y no solo el buzón.
Todo alrededor, de pronto, empieza a convertirse en inspiración. Para unirte a Querida Inspiración, puedes probar un mes por 20 euros.
Lo peor que puede pasar es que te diviertas.
También es muy posible que de esos 20 euros salgan un par de textos tuyos, y que el segundo sea mejor que el primero.
Llevo en el oficio de la escritura veinte años, desde que pisé mi primera redacción.
Aunque podría llevar cuarenta años y no ser capaz de ayudar a otros a escribir.
Incluso podría haber escrito mil historias por encargo, en lugar de las doscientas y pico que escribí con mi empresa, y aun así eso no garantizaría que pudiera ayudar a otros a escribir.
Sin embargo, llevo haciéndolo (lo de ayudar a escribir) desde 2017.
Recibirás en tu casa dos cartas al mes, pensadas para que escribas cada vez más y mejor. También recibirás acceso a contenidos exclusivos para miembros de Querida Inspiración. El primero de estos contenidos, que es el audio No me escribas rancio, te llega al email en cuanto compras.
A la dirección que pongas al realizar el pedido. Si necesitas cambiarla porque quieres recibirla en tu apartamento de vacaciones, pues me mandas un email y la cambiamos.
La primera te la enviaré en cuanto hagas el pedido y tenga la confirmación de pago. La siguiente, cuando toque cambio de carta, y a partir de ahí cada dos semanas.
Sí, podrás responder a mis cartas y leeré lo que me mandes. Siempre que sea pertinente, claro.
Que empezarás a tenerla, y no te resultará difícil.
Podrás refrescar tu mirada, conseguir inspiración y técnicas nuevas. Pero no te daré ayuda individualizada para textos fuera de las cartas. Para eso tengo otro servicio, las mentorías.
Solo tienes que realizar la operación de compra una sola vez. El mismo día (número) del mes siguiente se te cargará directamente en la tarjeta que des en el primer pedido. Puedes cancelar tu suscripción cuando quieras, basta con que me escribas a hola@sarasuberviola.es y me lo digas.
De papel. Se pueden tocar, arrugar, romper, hacer pedacitos y crear collages con ellas. También leer. Y guardar. Y disfrutar.
Desde que haces el pedido hasta que te llega la carta a casa pasará alrededor de una semana. Una semana en la que empezarás a mirar el buzón de tu casa con otros ojos.
Me lo dices en un email y listo. Cuanto más tiempo estés dentro, mejores privilegios tendrás.
Sí. Puede que incluso mejor.
No tenía intención, pero lo valoraré. Ahora que lo dices, se me está ocurriendo una idea…
Puede que lo haga, lo comentaré con mis colegas marcianos de la hermandad secreta a la que pertenezco. Espera, que esto no lo podía contar, activo el Olvidator 3000: ¡chas!
Bueno, depende de qué cabra, supongo.
No.
No.