En este audio explico a qué estuvimos jugando cerca de un centenar de personas de mi comunidad escritora. Y te cuento para qué puede servirte este ejercicio 😉
Os avisaré cuando el juego esté terminado, si en ese momento aún no has participado, házmelo saber 🙂
Me preguntaba dónde se habría metido.
Porque su ausencia se me estaba haciendo insostenible, dentro de mí sabía que estaba la respuesta.
Fue por ello que me armé de valor, abrí la ventana y salté.
Olvidándome de la gravedad solo me fijé en el horizonte
Y esas enormes nubes negras parecían acercarse.
Fue demasiado para él.
La cara de alegría del ginecólogo al explicarle que su mujer traía gemelos contrastaba con su estado de profunda sorpresa y estupefacción.
Su mujer aún no lo sabía, pero había aceptado la oferta de trabajo en Los Ángeles y empezaba en tres semanas.
Tenía que conseguir convencerla de que le acompañara en esta nueva etapa, de lo contrario, su relación caducaría como un bonito recuerdo. O caducaría como la leche dejando un rastro nauseabundo y sin posiblidad de recuperar.
No, no se puede dejar perder la magia, hay que actuar antes de que todo se caiga.
Nunca sabremos cuánto tiempo pasó.
Pero si miraba por la ventana podía ver que las primeras nevadas ya habían llegado.
¡Hacía tanto tiempo que no veía nevar!, pensó. Pero estaba allí, de vuelta al hogar de su infancia, ese hogar que no había pisado en años.
Porque lo malo que tenía la criogenización es el tiempo que te mantiene alejada de tus lugares favoritos.
Aunque un leve cosquilleo en la tripa me sugirió que mis lugares favoritos habían comenzado a cambiar…
Decidí entonces no volver a precipitarme a la hora de llevar a cabo ningún proyecto y esperar a tenerlo más irrebatible.
Suponía callarme y calladita no estoy más guapa.
No quiero estarlo, ¿por qué tenia que callarme? -le dije a mi vecino, al que recriminé que llevara al perro atado al salir del portal.
Él me miro con mala cara e hizo un gesto de que me callara que no era asunto mío.
Abrí despacio la ventana y dejé que entrara.
Había escalado el muro de más de cinco metros sin protección alguna.
Y todo lo había hecho por él. Solo soy capaz de ponerme en peligro cuando él está delante. ¿Soy imbécil o estoy muy enamorada? Dímelo tú.
La valentía es una quimera… Solo existe la inconsciencia cuando camino por el límite de la valla que nos separa, yo en Gaza tú a 15 km de distancia.
Siento que mi corazón se acelera.
Tenía la boca como si hubiera estado masticando papel de lija. La sensación interna y el desasosiego invadieron su cuerpo. No sabía si temblaba de dolor o de miedo, pero sintió como su corazón se partía en dos.
El dolor ardía en sus ojos y un torrente de lágrimas brotó para sofocarlo.
Recogió las lágrimas en un pequeño frasco, puso la fecha y el motivo de aquella emoción. Lo colocó junto a los otros frascos con evidente orgullo. Aquel sería su legado, aun cuando no llevara grabado su nombre.
Vinieron a mí todos sus pedazos, como pétalos de una flor marchita
Nunca lo volví a ver. Mejor, porque de haberlo hecho se habrían abierto las maletas que arrastré hasta Roma, llenas de besos.
Nadie pudo ver su contenido hasta llegar al hotel. Agité la caja intentando adivinar su contenido cuando un líquido extraño comenzó a salir por la esquina. “Lo que me faltaba, me he manchado el vestido y tengo una presentación en cinco minutos con todos los miembros de la estación espacial del planeta XXYY56.”
Cada uno de esos miembros poseía un color en su corazón. Predominaba el blanco, aunque también había alguno con fondo negro.
El sol ya clareaba por las cristaleras y se reflejaba en los objetos, virando tornasolados multicolores.
Fuera, el campo se desperezaba tornando en verde las praderas que horas antes la oscuridad conquistaba robando su color.