Saber cuándo callar te hará escribir mejores historias
Aplica a tus cuentos la teoría del iceberg y conseguirás más con menos palabras.
A veces -lo sabrás por experiencia-, es más importante lo que se calla que lo que se dice. Se me ocurren mil ejemplos en los que esto es cierto: una conversación personal sobre un tema incómodo, un reencuentro con un viejo amigo, un comentario irónico, un caso de censura informativa…
Si te fijas, la vida está llena de ocasiones en las que el lenguaje se aleja de su -por lo general, deseable- claridad para enredarse en las complejidades de las relaciones humanas.
Esto, para un escritor, es una maravillosa materia prima con la que trabajar. Porque en literatura, los silencios también importan. Y mucho.
Si aprendes a gestionar los silencios correctamente en tus historias, conseguirás atrapar con más fuerza al lector, al que además le darás la oportunidad de llevar a cabo una lectura activa, el doble de placentera.
Así que vamos a ver cómo pueden ayudarte los silencios a escribir mejores cuentos.
La técnica que debes aplicar es la teoría del iceberg, ideada por el autor norteamericano Ernest Hemingway (sí, el de la barba blanca que has visto en fotos antiguas de fiestas populares españolas).
La idea es que una historia es como un gran iceberg del que solo asoma sobre el agua una pequeña parte.
La punta que sale a la superficie es el texto final, lo que leemos. Y el resto se mantiene sumergido, oculto a la vista. No lo vemos pero lo intuímos, lo notamos, sabemos que ahí debajo hay una enorme montaña, sólida e inquietante.
Así definió Hemingway su teoría, en una entrevista publicada en 1953 en The Paris Review:
“Yo siempre trato de escribir de acuerdo con el principio del témpano de hielo (iceberg). El témpano conserva siete octavas partes de su masa debajo del agua por cada parte que deja ver. Uno puede eliminar cualquier cosa que conozca, y eso solo fortalece el témpano (el relato)”.
Hemingway aplicó esta técnica en varias de sus historias, como ‘Out of season’ (Fuera de temporada), donde directamente omite el final. Otro ejemplo de maestría en la omisión de información es ‘Carta de mamá’, de Julio Cortázar, protagonizado por una pareja que comparte un recuerdo tan doloroso que su sola mención accidental les pone la vida patas arriba.
Se trata de levantar la montaña entera y dejar a la vista solo un pequeño fragmento. Por ello, este recurso es especialmente útil para cuentos, relatos y otras formas de narrativa breve.
Aquí tienes algunos ejemplos de microrrelatos que callan más de lo que dicen, aplicando la teoría del iceberg de Hemingway:
Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí.
Augusto Monterroso
El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta.
Fredric Brown
Vendo zapatos de bebé, sin usar.
Ernest Hemingway
¿Lo ves, verdad? O más bien lo intuyes, lo imaginas, lo creas. Estos relatos hiperbreves cuentan sin contar. Contienen enormes historias de las que apenas vemos un par de frases.
Ahora te toca a ti. Escribe una historia de una o dos frases en la que apliques la técnica del iceberg.
Escríbela ahora, ya. No esperes más o no la escribirás.
Déjala en los comentarios y te responderé dándote mi punto de vista.
María
Posted at 17:30h, 03 noviembreHan tocado a la puerta y creo que es la hora. ¿Será ella?
Sara Suberviola
Posted at 11:45h, 04 noviembreBravo, María, doble incógnita, emoción intensa, bien hecho.
Mary Luz Piñera Guardia
Posted at 17:50h, 11 febreroMurió a los setenta y tres años en un brutal accidente de coche. Se llamaba Nuria y su vida estuvo lejos de ser un sueño. Quizás lo mejor fue el final.
Sara Suberviola
Posted at 20:52h, 11 febreroUn microrrelato de gran impacto, Mary Luz. Cómo tuvo que ser la vida de Nuria, tus palabras llevan de cabeza a imaginar cosas horribles, tan solo mencionando la que fue la menos horrible de todas. Has usado perfectamente el recurso del iceberg 🙂
Eduardo
Posted at 22:47h, 01 septiembreCansado y dormido, al croar de la rana, se esfumó.
Sara Suberviola
Posted at 17:34h, 02 septiembre¡Gracias, Eduardo! Con muy pocas palabras despiertas un montón de incógnitas: ¿de quién se trata?, ¿qué lugar era ese en el que había una rana?, ¿qué había pasado antes? Desde luego dan ganas de saber más. ¡Un abrazo!
Julia
Posted at 23:56h, 24 septiembre¿Qué hace este cuervo aquí? ¡Es mi bar! Me observa, no puedo quedarme, lo sabe todo.
Sara Suberviola
Posted at 09:15h, 25 septiembre¡Bien, Julia! Un cuervo, un bar y un secreto. Y ese “todo” que contiene un misterio de lo más magnético. Se me amontonan las preguntas en la imaginación, pero la mayor de todas es ¿quién habla? ¿un pirata, un animal, un camarero, un fugitivo? Gracias por esta dosis concentrada de inspiración.
Julia
Posted at 23:53h, 24 septiembreHola, Rebeca.
¿Sabes? Es un fallo muy divertido. Antes de darme cuenta imaginé al cuco pío. Y ahí tenemos otra historia. O dos ¿Es el Cuco Pío o o es un cuco devoto?
Sara Suberviola
Posted at 09:03h, 25 septiembreEso sí que es un enfoque constructivo, Julia 🙂 Al cuco pío lo estoy viendo dando la hora de misa en una iglesia abandonada. Y al Cuco Pío lo miran raro los demás cucos porque pía a su manera. Me encanta. Darle un vuelco creativo a una errata es de hecho una técnica con la que he trabajado en varios de mis cursos y es muy fructífera. ¡Gracias por tu aportación!
Samu
Posted at 20:19h, 22 septiembreJuan entró a la cueva dispuesto a entender la diferencia entre ver e imaginar. Esperemos que sobreviva para contarlo.
Sara Suberviola
Posted at 10:23h, 23 septiembre¡Gracias, Samu! No he podido evitar al leer tu relato pensar en la caverna de Platón, no sé si iban por ahí los tiros pero la referencia me ha resultado inevitable 😉 Me parece muy sugerente la primera frase. Además de la referencia filosófica, me lleva a pensar en una cueva mágica, en monstruos escondidos o criaturas terribles. Sin embargo en la segunda la acción decae, y con ella la tensión también. Ese “esperemos” me revela un narrador en primera persona plural, pero es un narrador que me resulta ajeno a la historia, casi impersonal, no me invita a preguntarme quién habla porque no siento que sea un personaje de la historia, sino una voz ajena. Tal vez formulándolo de otro modo evitarías este efecto. No sé, si dijeras algo así como “Todavía no ha salido, seguimos esperándolo” o “Han pasado tres días y no hemos vuelto a oír nada”, este narrador tomaría más forma dentro de la historia, creo que tendría un poco más de fuerza. Son solo sugerencias, no digo que el texto esté mal ni nada parecido, solo te comento mis sensaciones, ¿qué opinas tú?
Samu
Posted at 15:55h, 23 septiembre¡Hola Sara! Tienes toda la razón. De hecho, había pensado quitar la segunda frase porque sentía que sumaba más información, pero que sin ella la primera frase quedaba ambigua. Tus sugerencia de usar un narrador protagonista creo que se acomoda más a la historia que se pretende contar. Entiendo perfecto la diferencia y cómo resta tensión en vez de mantenerla o aumentarla.
Ah, y lo de la caverna de Platón no lo conocía pero me ha intrigado, lo revisaré a ver qué puedo sacar de ello para el relato.
¡Muchas gracias!
Sara Suberviola
Posted at 19:40h, 24 septiembreGracias a ti 🙂
Carolina
Posted at 10:56h, 19 septiembreLa dejo allí, llorando. Cuando regresó ya no estaba. Sin embargo, él sonreía cada vez que la pensaba. ¡Ironías de la vida!
Sara Suberviola
Posted at 12:23h, 19 septiembre¡Hola, Carolina! Muchísimas gracias por compartir tu ejercicio. Me encanta ese contraste que has generado entre el llanto de ella y la sonrisa de él. Tu texto invita a mil interpretaciones distintas: una inocente broma infantil, una discusión de pareja, incluso algo más terrible, como un suicidio. He de decir, eso sí, que yo quitaría la última frase, lo de “¡Ironías de la vida!”. Pienso que el contraste entre el llanto y la sonrisa ya es lo bastante palpable, no me parece necesario que me lo describa el narrador porque ya lo estoy viendo con la acción que me muestras. Te felicito, has logrado de pleno lo que pretendía el ejercicio: enganchar al lector e invitar a imaginar toda una historia sumergida.
Enrique Marcos
Posted at 14:26h, 18 septiembreVivir a veces es lo complicado, es vivir para sobrevivir. Pasó la noche en un pasaje del centro de la ciudad, en el albergue había normas de horario, consumo de alcohol….
Sara Suberviola
Posted at 18:40h, 18 septiembre¡Hola, Enrique! Muchísimas gracias por compartir tu texto. Leyéndolo, me dan ganas de saber más sobre el protagonista y sobre lo que le ocurre en el albergue. Sin embargo, lo veo más como el inicio de una historia que como un microrrelato completo. Lo que me falta es acción. Si te fijas, solo hay un verbo que atañe al personaje: “pasó la noche”. Me da la sensación de que has cortado cuando has visto que te pasabas del número de palabras, pero querías contar algo más, algo que no llega a intuirse en el texto porque no das pistas al respecto. Si me cuentas ese algo que se te ha quedado fuera, intentaré ayudarte a meterlo sin pasarte de extensión. Me encantará conocer más a fondo la idea que tenías en la cabeza al escribirlo. ¡Un abrazo!
Carlos Alberto
Posted at 04:20h, 18 septiembreMiró el atardecer. Tocaron. Abrió. Ella venía con ellos. Miraron sus relojes. La paciencia agotada. Sólo el aullar de perro salvaje los contuvo. Luego fue…
Sara Suberviola
Posted at 08:59h, 18 septiembre¡Hola, Carlos Alberto! Muchas gracias por tu relato, es directo y es inquietante. Leerlo me engancha, porque me pregunto ¿quién es ella? ¿quiénes son ellos? ¿por qué miran los relojes? Estas preguntas catapultan mi imaginación hacia mil respuestas posibles, me llevan a una lectura activa, que es el objetivo del ejercicio. Aunque los puntos suspensivos del final me dejan un raro sabor de boca, creo que el efecto sería más rotundo sin ellos, con una frase terminada. Si eres tan amable de explicarme tu decisión de usar aquí los puntos suspensivos seguro que lo entiendo mejor. Quedo a la espera de tu respuesta, agradecida e intrigada 😉
Carlos Alberto
Posted at 14:32h, 18 septiembreBuenos días!
Con los puntos suspensivos imaginé una continuidad que, ahora visto su análisis, no aportan. Pasó que fue una historia corregida en correspondencia al máximo de palabras, pero en realidad, ya distanciado, puedo advertir el “raro sabor”.
Espero la explicación cumpla y quede agradecida en el contexto de las veinticinco intrigosas palabras.
Saludos.
Sara Suberviola
Posted at 18:32h, 18 septiembreEntiendo lo que comentas, Carlos Alberto. Desde mi punto de vista, si lo terminas con “los contuvo” queda mejor que añadiendo el “Luego fue…”. Aunque me quedo con la intriga de saber cómo terminaba esa frase que has cortado, si te apetece decírmela satisfarás mi curiosidad y podré decirte mi opinión. Aunque sean unas palabrillas más, tampoco pasa nada. Y si no pues lo que te digo, acabando en “los contuvo” yo lo veo correcto. ¡Muchísimas gracias!
Carlos Alberto
Posted at 20:13h, 18 septiembre…el murmullo, las voces, alguien habló de festejar. Lo peor había pasado.
Sara Suberviola
Posted at 12:14h, 19 septiembre¿No es alucinante que una sola frase pueda cambiarlo todo? La sensación es completamente distinta. Sin esta frase, el texto te deja en tensión. Yo me imaginaba un secuestro, un crimen, no sé, algo oscuro. Sin embargo, con esta frase la sensación final es de alivio, de tranquilidad. Son dos efectos completamente distintos, los dos igualmente válidos. Gracias por colmar mi curiosidad 😉
Rebeca Gonzalo
Posted at 18:18h, 02 octubreAl dar la una el cuco pío la hora y salió volando. No se le ha vuelto a ver.
Sara Suberviola
Posted at 20:02h, 03 octubre¡Estupendo, Rebeca! Tu relato me genera un montón de incógnitas: ¿a dónde se fue el cuco? ¿por qué se fue justo a la una? ¿por qué pió la hora antes de irse? ¿alguien lo vio escapar? Objetivo conseguido, muchas gracias por compartirlo 🙂
Rebeca
Posted at 21:24h, 09 octubreMil gracias. ¡Madre mía!, ahora veo la tilde mal colocada en mi relato y me da hasta apuro.
Sara Suberviola
Posted at 13:42h, 10 octubre¡Gracias a ti! No te preocupes por eso, Rebeca, todos sin excepción cometemos alguna falta de vez en cuando. Construiste una buena historia y eso es lo que importa.